martes, 27 de marzo de 2012

EL EX-NOVIO.

Es viernes. Son las doce y median de la noche. María está apoyada en la puerta del portal de su casa esperando a una amiga para salir de copas. Se mira en el cristal de la puerta de enfrente, que hace de espejo. Es una chica resultona. Mide un metro y sesenta y cinco centímetros. Es morena, tiene una larga melena con un corte muy moderno de forma que el cabello le cae en cascada sobre los hombros y la espalda. Sus facciones son regulares y muy equilibradas.
–¡Hola, María! ¿Qué haces aquí tan sola? –le pregunta un chico bien parecido de unos veinte años.
–¡Hola, David! Pues nada. Espero a Marta que quedó en pasar a recogerme para ir de marcha, ¡pero es tan impuntual! Nunca llega a tiempo a ningún sitio. Me desespera. Y eso que habíamos quedado a las doce.
–Pues ya son las doce y media.
–Sí. Ya la he llamado por teléfono pero como si nada, lo tiene desconectado o fuera de cobertura.
–Esperaré contigo para que no estés tan sola. Yo no entro hasta las dos.
–Te lo agradezco.
–No tienes que agradecerme nada. ¡Oye! Estas guapísima. La verdad es que siempre me has gustado, pero ya sabes…
–De eso no quiero ni hablar.
–¿Andas con alguien?
–Pues lo que se dice andar, no. No estoy para tíos. ¡Se lleva una cada chasco!
–No todos somos iguales. Aquí hace frío, ¿qué te parece si vamos al Garrafón? Si viene tu amiga y no te encuentra ya te dará un toque, ¿no?
–Es una pelma, pero me sabe mal dejarla plantada.
–Pero ella sabe tu número.
–Bueno, vamos.
David le pasa la mano por el hombro y ella acepta la familiaridad sin decir nada. Entran en el Garrafón y se dirigen hacia un rincón donde queda una mesa libre. Todavía no ha comenzado la movida y hay poca gente.
Una vez que les han servido las consumiciones, David, alentado por la mirada cálida de María, le coge la mano.
–Es verdad, siempre me has gustado muchísimo. Tienes algo que me vuelve loco.
–Tú también me gustas.
David se inclina y le da un beso en la boca. Ella le corresponde y luego se sucede una caricia detrás de otra de una forma vertiginosa. Sin darse cuenta se les ha echado el tiempo
encima.
–Si pudiera no me movería de aquí, pero, lo siento, tengo que currar –dice David haciendo ademán de levantarse.
–Ya. Lo comprendo –afirma María mientras se atusa la melena y se recompone un poco.
–Me gustaría verte mañana, pero va a ser imposible. Ya sabes que no acabo hasta las diez y por la noche tenemos la fiesta de los enamorados. Estoy liadísimo.
–No te preocupes. Nos vemos otro día.
–Podrías venir a la fiesta, no podré estar mucho contigo pero te veré a ratos. ¿Vendrás?
–Me encantaría pero hay que pagar entrada y estoy sin un duro.
–¡Eso no es problema! –mete la mano en el bolsillo y saca un pequeño fajo de tickets–. Toma, para ti y para tu amiga, –guarda el fajo en el bolsillo y lo vuelve a sacar–. Bueno, toma otro por si
quiere ir contigo alguien más.
María se guarda los billetes en el bolso que lleva colgado en bandolera.
–Gracias. Iré.
–¿A dónde vas ahora?
–Voy a “La Calle”. Allí están todos.
–Te acompaño hasta allí.
El barrio de copas está de bote en bote. En La Calle, uno de los locales más concurridos, un grupo
de chicas que beben y hablan le hacen señales.
–¡Joder, María, qué morro tienes! ¡Una hora esperándote en la calle! –vocifera Marta, una joven poco atractiva y vestida de forma muy escandalosa.
– No es para tanto. Yo te esperé más de media hora y bien que te llamé, pero no sé para qué quieres el móvil. Nunca lo llevas encendido. Además, no tengas cara, que sabes que siempre te espero un
montón.
–Soy un desastre, siempre se me olvida recargarlo. ¿Pero dónde te metiste?
–¿Adivina a quién me encontré cuando te esperaba?
– No me lo digas… a Beto, el tío ese que te gusta tanto, que no paras de hablar de él desde hace un mes.
–¡Qué va!
–A Carlos, tu ex –dice otra.
Las demás se ríen con complicidad.
–¿Carlos?, de ése nada. Ya lo sabéis, rompimos hace casi dos meses.
–¿Cuántas veces habéis roto y luego nada?
–Muchas, es verdad, pero todo tiene un límite.
–¿Qué pasó? –pregunta una chica morena bastante atractiva.
–Lo de siempre, si un tío está conmigo, está conmigo y Carlos te la pega a la primera ocasión. Rompí con él porque me enteré de que se tiró a Tere, entre otras.
–Bueno, ¿y qué? Cuenta –dice una pelirroja feúcha que lleva una falda mínima y un top también mínimo.
–¡No lo vais a creer! Me encontré a David.
–¿Que David? ¿El hermano de Lita?
–No, hombre, no. Ése es un petardo. David, el camarero de “La Antigua Fábrica”.
–No caigo –dice Marta.
–¿Ése que está tan bueno? –pregunta la morena
– Ése –afirma María mirando a todas con luz en los ojos.
–¡Ah! ¡No me digas! Pero, ¿no es el amigo de tu ex?
– Sí. A lo que iba, se acercó y estuvo esperando conmigo, y, como esta pesada no acababa de llegar, nos fuimos al Garrafón.
–Oye, ¿es tan simpático como guapo? –pregunta la feúcha.
–Es un cielo. ¡Tiene una educación y una forma de tratarte!
– Y, ¿qué?
– Estuvimos morreándonos un rato. Fue muy excitante porque es… no sé… muy dulce, muy cariñoso.
–Sigue contando –apremia Marta.
–Nada más. Tenía que irse a trabajar y me preguntó que si iba a ir a la fiesta de los enamorados mañana. Me dio entradas.
–¡Oye! Yo soy tu mejor amiga –dice Marta alegre como unas castañuelas–. Pero no irás a dejarme plantada en le fiestapara irte con él.
–No, si va a estar trabajando, además, me dio tres. La que quiera venir…
Una pelirroja dice:
–¿Y no pasó nada más?
–Bueno, ligamos, creo que voy a empezar a salir con él.
–Si ya no te interesa Carlos no te importará que intente ligármelo, ¿no?
–Pues no. Puedes quedártelo. Todo para ti.
De pronto, Carlos, el ex, aparece por la puerta del bar. Mira a todas partes, como
buscando a alguien. Por fin ve al grupo de María y sus amigas y se aproxima
empujando a todo aquel que se pone en su camino. Es un chaval fuertote de unos
veinte o veintidós años. No es guapo pero sí atractivo. Parece furibundo.
–¡María! Ven fuera que tenemos que hablar –se le notan las venas palpitando en el cuello.
–¿Hablar?, ¿de qué? Tú y yo no tenemos nada de que hablar, ya te lo dije –contesta
dándole la espalda.
Carlos la agarra por el brazo.
–Tú te vienes conmigo, lo quieras o no.
María se ve forzada a salir del bar.
–¿Qué es esto que me cuentan de que te tiraste a David?
–¡A ti qué te importa! Tú y yo ya no estamos juntos.
– ¿Como que qué me importa?, zorra, ¡que eres una zorra!
Un grupo se acumula alrededor de la pareja para contemplar el espectáculo.
–¡Oye! A mí no me pegues ni me insultes. Ya te lo dije la última vez: no me vuelvas a poner la mano encima. Y que sepas que no pasó nada –afirma mientras las lágrimas empiezan a caer por sus mejillas.
–¡No digas mentiras! Os vio todo el mundo. Me lo dijo Chus, que es mi mejor amigo –agarra
a María por el cuello y la zarandea.
–Eres un imbécil. Cree a quien te dé la gana, al fin y al cabo esto a ti no te incumbe. Yo no soy de tu propiedad –se seca las lágrimas– además, ¿Quieres que te recuerde todos los
rollos que has tenido mientras estabas conmigo?
Carlos se da cuenta de que hay mucha gente mirándolos y que están haciendo una escena, así que le quita las manos de encima. Ella, al verse libre, se dirige al interior del bar. Él la sigue
amenazador. Vocifera y hace aspavientos con las manos, pero ella entra en el
lavabo de mujeres y él no puede seguirla, hay mucha gente delante.
Cuando María desaparece, algunas de sus amigas, que han contemplado la escena con cierta disimulada complacencia, se dan la vuelta.
–Se lo estaba buscando –dice una– Carlos es un gran chaval y no se lo merece.
–¡Qué tontería! –lo ataja Marta– Carlos pasa de ella. Solo la quiere cuando le interesa porque no hay nada mejor a la vista.
–Todas sabemos quién es María. Muy popular entre los chicos, y ya se sabe lo que hay que hacer para conseguirlo –aclara la pelirroja.
–¿No podéis decir más bobadas? –recrimina Marta– María está muy bien, es muy
simpática y gusta, eso es todo. Y, en todo caso, es que Carlos es la pera, se acuesta con todas.
–Sí, pero no es lo mismo– comenta la pelirroja buscando la aprobación de las demás.